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lunes, 9 de noviembre de 2020
Propongo un homenaje a Alexander Solyenitsin
By CONTACTO INICIALlunes, noviembre 09, 2020Hechos Noticiosos - Internacionales, Historias de Vidas - Rusia Siglo XX, Por Mario Vidal - Periodista ChaqueñoNo comments
En Resistencia, simpatizantes del comunismo anuncian para este sábado la
realización de un acto virtual en memoria del 103 aniversario de la revolución
bolchevique que instaló esa ideología en Rusia.
Con respeto al derecho que cada cual tenga de pensar y opinar sobre esto,
expondré la razón por la cual yo no participaría de un acto conmemorativo
como éste.
No es para que algunos dejen de considerarme amigo.
Después de todo, como
reza un proverbio que viene justamente de Rusia, “el servil es tu enemigo; tu
amigo debatirá contigo”.
Recordaré la clase de sistema que establecieron los comunistas el 7 de
noviembre de 1917, mediante una sublevación armada.
Disolvió la Asamblea Constituyente, desmembró a la Iglesia, implantó las
ejecuciones sin juicio previo, aplastó las huelgas de los obreros, cuando se
rebelaron los campesinos cuyas tierras expoliaron los aniquiló de la manera
más cruenta, y por si todo eso fuese poco en 1921 redujo a veinte provincias a
la famosa hambre del Volga.
Fue el sistema que instituyó en la historia del mundo los campos de
concentración, el primero que en el siglo XX recurrió al método de apresar
rehenes, y el que exterminó a todos los partidos con excepción del Partido
Comunista.
No sólo exterminó a los partidos mismos sino también a todos sus
afiliados.
El comunismo ruso provocó el mayor genocidio de campesinos de la historia:
mató a 15 millones de ellos. En tiempos de paz creó artificialmente el hambre
colectiva, durante la cual entre los años 1932 y 1933 murieron en Ucrania seis
millones de personas.
El Apocalipsis ruso
Por culpa de éste sistema cuyo establecimiento algunos celebrarán éste
sábado, seis millones de personas murieron en la orilla de Europa, y el mundo
ni siquiera se enteró.
Durante los 80 años anteriores a la revolución de 1917, en Rusia se ejecutaba
a unas 17 personas por año.
La infame inquisición española, en su apogeo, mataba a no más de 10 herejes
por mes.
Pero en un libro publicado en 1920 la Cheka (servicio secreto comunista) se
vanagloriaba de que entre 1918 y 1919 había ejecutado sin enjuiciamiento
previo a más de mil personas por mes.
El comunismo estalinista ocasionó la muerte por hambre a más de siete
millones de inocentes entre 1932 y 1933, y envió a los gulag (campos de
concentración) a otros dos millones entre 1935 y 1940. De éstos, 700.000
fueron fusilados sin juicio previo.
En 1937 tuvo lugar la denominada Gran Purga, nombre con que pasó a la
historia una represión masiva en la que cientos de miles de personas fueron
ejecutadas.
No se salvaron de morir ejecutados ni siquiera 848 delegados del XVII
Congreso del Partido Comunista.
Tampoco escaparon varios prominentes
líderes del Ejército Rojo, que fueron acusados de participar en complots para
derrocar al gobierno soviético.
Entre 1937 y 1938, al término del terror desatado por Stalin (quien a través de
una intensa propaganda se hacía dotar de características sobrenaturales
semejantes a las de un dios), el promedio mensual de los fusilamientos era de
40.000 personas.
Durante esa tenebrosa dictadura, millones de personas fueron enviadas a
campos de trabajo del Gulag como castigo, y otros millones deportados a otras
zonas remotas de la Unión Soviética.
La denuncia de Kruschev
El comunismo ruso lanzó un plan quinquenal de colectivización de las tierras
rurales. Los campesinos debían entregar sus tierras, ganados y otros bienes a
la colectividad.
Los que se negaban a acatar las órdenes del partido eran eliminados de la
escena económica.
Esto hizo que gran parte de los 5 millones de campesinos
que habían sido registrados en un censo realizado en 1927 desaparecieran.
A los que se resistían se los acusaba de anti socialismo y se los deportaba a
campos de trabajo de Siberia, donde muchos murieron.
La revolución de 1917 había acabado con el régimen zarista y con los
latifundios. La colectivización estalinista de 1929-1930 liquidó la pequeña
propiedad familiar.
Esto generó una hambruna que llenó de muertos de hambre los campos
soviéticos, hecho que fue recordado por el propio Nikita Kruschef en un
informe sobre Stalin que presentó el 25 de febrero de 1956 ante el XX
Congreso del Partido Comunista.
En uno de los tramos de su documento, Kruschef recordó la siguiente,
escalofriante, ésta escena:
“Empecé a recibir informes oficiales sobre las muertes por inanición, uno de
los cuales hablaba de canibalismo.
Una cabeza humana y restos de pies se
había encontrado debajo de un puente. Al parecer, el cuerpo había sido
devorado. Kirichenko me comunicó que fue a una granja colectiva y así
describió la escena que vio: “La mujer tenía el cuerpo de su propio hijo sobre
una mesa, y lo estaba despedazando. Mientras lo hacía, charlaba sin cesar:
“Ya nos hemos comido a Manechka, ahora salaremos a Vanechka. Esto nos
mantendrá durante algún tiempo”. ¿Pueden imaginárlo? ¡Esta mujer se había
vuelto loca por el hambre, y había descuartizado a sus propios hijos!”.
Homenaje a Solyenitsin
En lugar de recordar el aniversario del establecimiento en Rusia de esa letal
ideología llamada comunismo, yo propondría que más bien se recuerde a
alguien nacido un año después de la revolución, a un hombre que ha llevado
una de las más extraordinarias existencias del siglo XX: el escritor Alexander
Solyenitsin.
Fue soldado en el frente ruso durante la segunda guerra mundial, luego
prisionero en siniestros campos de trabajos forzados durante ocho años, y
finalmente aclamado mundialmente como genio literario y ganador del premio
Nobel de Literatura.
A través de su obra “Archipiélago de Gulag” y otros libros, ayudó a crear en el
mundo entero una conciencia global sobre todo aquello que en Rusia hizo el
comunismo.
En 1975, denunció públicamente que en su país había miles de presos
políticos, que a unos 7.000 de ellos se los sometía a tratamiento psiquiátrico
obligatorio, y que en los centros psiquiátricos se inyectaba potentes drogas que
destruían las neuronas cerebrales de los opositores.
Un largo camino ha recorrido Rusia desde entonces. Hoy es un país muy
diferente al que en 1974 expulsó al escritor con toda su familia. No sólo
Solyenitsin ya no está prohibido, sino que hay museos con su nombre y sus
obras se estudian, se leen y se debaten.
Éste es el hombre que debería ser recordado éste sábado.-
FUENTE: Por Vidal Mario * (Periodista-Escritor-Historiador)