SANITARIOS TARAGUI

miércoles, 18 de marzo de 2020

Jacques de Molay "HACE 1706 AÑOS ERA QUEMADO EL ÚLTIMO CABALLERO TEMPLARIO"

El 18 de marzo de 1314, Jacques de Molay, gran maestre de la Orden de los Templarios, fue quemado vivo en París.

La hoguera donde quemaron a éste hombre marcó el fin de una historia que se había iniciado doscientos años antes, en 1118, cuando se creó la orden de los templarios, oficialmente llamados “Los Pobres Caballeros del Templo de Salomón”.

Más poderosos que el Papa

Supuestamente la orden había sido creada para brindar protección a los peregrinos que iban a Tierra Santa, pero ese objetivo era sólo una fachada. 

Había un designio económico y geopolítico mucho más ambicioso y grandioso que proteger peregrinos.

Pronto la orden comenzó a expandirse a una velocidad extraordinaria y a recibir un flujo masivo de miembros de alta alcurnia y enormes donaciones en dinero y propiedades.

En poco tiempo los templarios acopiaron (como luego lo harían los jesuitas en América) grandes extensiones de tierra en Francia, Inglaterra, Escocia, España y Portugal.

Entre los años 1128 a 1138, sus posesiones se extendieron también a Italia, Austria, Hungría y Constantinopla. El rey de Aragón incluso les cedió un tercio de sus dominios.

Para mediados del siglo XII ya era la institución más rica y poderosa de la cristiandad.

Por sus propiedades, recursos humanos, habilidades diplomáticas y su poderío armado (era la fuerza militar mejor entrenada, mejor equipada y más profesional del mundo occidental) su influencia política y económica era inconmensurable.

En la cumbre de su poder manejaron casi la totalidad del capital disponible en Europa occidental, y fueron los creadores del crédito para el desarrollo y la expansión comerciales. En éste sentido, pese a que supuestamente era sólo una orden religiosa, hacían todo lo que hoy hace el Fondo Monetario Internacional.

El derecho canónico prohibía a los cristianos la usura, es decir, recaudar intereses sobre los préstamos otorgados. Sin embargo, los templarios prestaban dinero y recaudaban intereses en una escala realmente abrumadora. Eran los “fondos buitres” de hoy.

Ninguna otra institución medieval hizo más por el surgimiento del capitalismo que aquellos “pobres caballeros del Templo de Salomón”.

Un rey hermoso y peligroso

Prestaban plata incluso a la corona inglesa y a reyes como Felipe IV de Francia, “El Hermoso”.

Éste rey se caracterizaba no solamente por sus desmedidas ambiciones sino también por no tener ningún reparo en aplastar a cualquier cosa o a cualquiera que se interpusiera en su camino.

Antes que los templarios atrajeran su atención, ya había secuestrado y asesinado a un papa (Bonifacio VIII) y también había organizado la muerte, probablemente por envenenamiento del siguiente papa, Benedicto XI.

En 1305 instaló a su propio Papa en Roma. Bertrand de Goth, arzobispo de Burdeos, asumió con el nombre Clemente V.

En 1309 secuestró a ese papa y lo alejó de su sede histórica de Roma para instalarlo en suelo francés, en Avignón.

Éste episodio, que pasó a la historia con el nombre de “Cautiverio de Avignón”, convirtió a Clemente V en un simple apéndice de la corona francesa e inauguró un cisma que produjo varios papas rivales y dividió a la iglesia católica apostólica romanba durante los siguientes sesenta años, hasta 1377.

Con Clemente V metido en su bolsillo Felipe obtuvo la libertad que necesitaba para encarar otro de sus objetivos: destruir a los templarios y apoderarse de su legendaria riqueza.

El fin de los templarios

En el amanecer del viernes 13 de octubre de 1307, todos los templarios hallados en suelo francés fueron detenidos y colocados bajo arresto por los hombres del rey.

Durante el juicio, como era la costumbre de la época, muchos de ellos fueron sometidos por el Tribunal de la Santa Inquisición a horribles tormentos.

Por toda Francia empezaron a correr rumores según los cuales los reos habían confesado que no eran católicos sino que adoraban a un poder demoníaco llamado Baphomet.

Se decía que en sus ceremonias secretas adoraban y se arrodillaban ante una cabeza masculina barbuda que les hablaba con voz de trueno y les investía de poderes mágicos.

Fueron acusados de infanticidio, de enseñar a las mujeres cómo abortar, de darse besos obscenos en las ceremonias y de iniciar a los jóvenes postulantes a la homosexualidad.

Incluso fueron acusados de negar a Cristo y de repudiar, pisotear y escupir la cruz.

Felipe intimidó a su marioneta Clemente V para que le apoyara con todo el venerable peso de su autoridad pontificia. El Tribunal de la Inquisición trabajó durante siete años. A los detenidos se les arrancaba bajo tormento las más extrañas confesiones.

Hubo en Europa gente ilustrada y pensante que repudió ese festín de codicia, avaricia, oscurantismo, irracionalidad, ignorancia y superstición institucionalizada.

Dante, en su obra La Divina Comedia, expresó su simpatía por aquellos “mantos blancos” cruelmente perseguidos.

La Orden del Temple fue disuelta por decreto papal del 22 de marzo de 1312 sin que jamás llegase a pronunciarse un veredicto de culpabilidad o inocencia de los acusados.

Dos años después (el 18 de marzo de 1314) Jackes de Molay, gran maestre, y Geoffroi de Charnay, preceptor de Normandía, fueron quemados hasta la muerte a fuego lento a orillas del río Sena.

Una placa en el lugar donde fueron quemados aún conmemora el acontecimiento.

Cuando la historia muestra que estas cosas ocurrieron dentro del “Pueblo de Dios”, uno comienza a pensar menos bien del Pueblo de Dios.-

FUENTE: Vidal Mario* - (Escritor y Periodista)

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