José Hernando Pirota es un hombre que siempre vivió a 150 kilómetros por
hora, y su vida siempre estuvo marcada por el vértigo, la velocidad y los
desafíos.
Abogado, fue también muchas otras cosas:
Futbolista, jugador de rugby
(integró la selección santafecina), remero, presidente del Club Central Norte,
presidente del Hindú Club, funcionario público, consultor electoral en varios
países latinoamericanos, periodista, locutor, conductor de un programa radial
llamado “Actualidad a media tarde”, motoquero, escritor, y viajero conocedor
de todos los continentes.
En 1970 logró que centenares de trabajadores aborígenes del Ingenio Las
Palmas cobraran el salario familiar que la empresa, ya en default, no quería
pagarles.
A partir de 1983 fue director no solamente del Registro Civil de la Provincia
sino también Director Nacional de todos los Registros Civiles de la República
Argentina.
En 1992, el gobierno de Tauguinas lo echó de su cargo de Director del
Registro Civil de la Provincia, pero de inmediato la Organización de Estados
Americanos (OEA) lo contrató para misiones de control electoral en Paraguay,
Perú, Venezuela y República Dominicana.
El 15 de mayo de 2009, a los 65 años, ejercía por rutas misioneras su deporte
de motoquero cundo una camioneta Toyota Hilux lo arrolló, lo arrastró más de
35 metros y lo dejó entre la vida y la muerte.
Misión en el Paraguay
En representación de la OEA le tocó supervisar las elecciones paraguayas de
1993, tarea que compartió con otros dos notables chaqueños, Rubén Perina y
Claudio Escalada.
En Paraguay, las identidades de muchos ciudadanos dejaban mucho que
desear. Adolecían de falencias increíbles que hasta les posibilitaban votar
varias veces en una misma elección.
La solución que los tres chaqueños encontraron fue la introducción del dedo
meñique del votante en una tinta especial que perduraba por lo menos 15 días.
El procedimiento no era ni muy técnico ni muy ortodoxo, pero ya no permitió
el fraude de que una misma persona votase un montón de veces en una misma
elección.
Lograron además un “acuerdo de convivencia democrática” entre los
principales candidatos a las elecciones presidenciales y líderes de otras fuerzas
políticas.
Y, especialmente importante, los representantes de la OEA abortaron la
intervención de los militares en esas elecciones.
El general Lino Oviedo, comandante del primer cuerpo del Ejército, había
dicho que las fuerzas armadas habían decidido “cogobernar con el glorioso
Partido Colorado por sécula seculorum, le guste a quien le guste, moleste a
quien moleste, y chille quien chille”.
Esa amenaza de intromisión militar fue evitada y las elecciones se realizaron
limpiamente, transparentemente, e irreprochablemente.
Ganó el candidato oficialista Juan Carlos Wasmosy, uno que años después, ya
expresidente, presentaría en Asunción uno de mis libros sobre la guerra de la
triple alianza.
Corridos por la mafia
Pirota y un uruguayo llamado Carlos Amado después fueron designados por la
OEA y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para estudiar el caótico y
desorganizado parque automotor paraguayo.
El sesenta por ciento del parque automotor era “mau”, como llaman los
paraguayos a los vehículos ingresados ilegalmente desde países vecinos. Sin
papel alguno, circulaban libremente.
Pero pisaron callos de gente muy influyente que querían que las cosas
siguieran como estaban.
Fueron amenazados de muerte. “Si no queremos terminar flotando en el río
Paraná tenemos que irnos en forma urgente de acá”, le dijo a su compañero,
uruguayo.
Y así lo hicieron, uno disparó para el Chaco y el otro para el Uruguay. Lo que
hoy es el Registro Nacional del Automotor del Paraguay lo terminaron
armando desde sus respectivas casas.
Bajo el fuego de Sendero Luminoso
Pero donde más cerca estuvo de la muerte fue en Perú. En ocasión de las
elecciones generales realizadas allí en octubre de 1993, la OEA le había
encargado “trazar el perfil y la actuación política institucional del presidente
Fujimori, consecuente con su trayectoria y vigencia futura en los destinos del
Perú”.
Por razones de seguridad no andaba con la credencial de la OEA en los
bolsillos. Su función también consistía en seguir al intrigante asesor
presidencial Vladimiro Montesino, un monje negro de conducta muy similar a
la que había tenido López Rega en Argentina.
Perú, entonces, no era un buen lugar para ir a trabajar, menos aún para la
OEA. Cualquiera podía ser muerto por la organización terrorista Sendero
Luminoso o por el narcotráfico, que sometían a regiones enteras con dominio
absoluto de personas, aldeas y zonas rurales.
Una noche, Pirota y los demás veedores de la OEA estaban en el hotel “Las
Américas” de Lima, fuertemente custodiados por fuerzas como el SWAT de
Estados Unidos, cuando un coche bomba estalló a metros de distancia.
“Senderos atacó el hotel donde se hospeda misión de la OEA”, expresó, en
tapa, el diario “Correo”.
No mucho después, Pirota y otros veedores se trasladaban en dos helicópteros
“Antonov” rusos a una lejana localidad ubicada en plena selva peruana,
limítrofe con Brasil.
El primer helicóptero transportaba material electoral, y el segundo los llevaba
a ellos y a un general de apellido Sobreville. El primero de los aparatos fue
atacado por Sendero Luminoso con balas trazadoras que perforaron
íntegramente el fuselaje, dejando la plataforma convertida en un verdadero
colador.
“De nuevo había estado entre la vida y la muerte, Dios me amparó para seguir
en éste mundo”, recuerda José Hernando Pirota, quien éste jueves a las 20
relatará sus vivencias en la Feria Digital Internacional del Libro que se está
desarrollando en Resistencia.-
FUENTE: Vidal Mario -Periodista & Escritor Chaqueño
0 comentarios:
Publicar un comentario