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miércoles, 2 de septiembre de 2020

"José Hernando Pirota: Perfil de un hombre que vivió a 150 kilómetros por hora"

José Hernando Pirota es un hombre que siempre vivió a 150 kilómetros por hora, y su vida siempre estuvo marcada por el vértigo, la velocidad y los desafíos. 

Abogado, fue también muchas otras cosas: 

Futbolista, jugador de rugby (integró la selección santafecina), remero, presidente del Club Central Norte, presidente del Hindú Club, funcionario público, consultor electoral en varios países latinoamericanos, periodista, locutor, conductor de un programa radial llamado “Actualidad a media tarde”, motoquero, escritor, y viajero conocedor de todos los continentes

En 1970 logró que centenares de trabajadores aborígenes del Ingenio Las Palmas cobraran el salario familiar que la empresa, ya en default, no quería pagarles. 

A partir de 1983 fue director no solamente del Registro Civil de la Provincia sino también Director Nacional de todos los Registros Civiles de la República Argentina. 

En 1992, el gobierno de Tauguinas lo echó de su cargo de Director del Registro Civil de la Provincia, pero de inmediato la Organización de Estados Americanos (OEA) lo contrató para misiones de control electoral en Paraguay, Perú, Venezuela y República Dominicana. 

El 15 de mayo de 2009, a los 65 años, ejercía por rutas misioneras su deporte de motoquero cundo una camioneta Toyota Hilux lo arrolló, lo arrastró más de 35 metros y lo dejó entre la vida y la muerte. Misión en el Paraguay En representación de la OEA le tocó supervisar las elecciones paraguayas de 1993, tarea que compartió con otros dos notables chaqueños, Rubén Perina y Claudio Escalada. 

En Paraguay, las identidades de muchos ciudadanos dejaban mucho que desear. Adolecían de falencias increíbles que hasta les posibilitaban votar varias veces en una misma elección. La solución que los tres chaqueños encontraron fue la introducción del dedo meñique del votante en una tinta especial que perduraba por lo menos 15 días. 

El procedimiento no era ni muy técnico ni muy ortodoxo, pero ya no permitió el fraude de que una misma persona votase un montón de veces en una misma elección. Lograron además un “acuerdo de convivencia democrática” entre los principales candidatos a las elecciones presidenciales y líderes de otras fuerzas políticas. Y, especialmente importante, los representantes de la OEA abortaron la intervención de los militares en esas elecciones. 

El general Lino Oviedo, comandante del primer cuerpo del Ejército, había dicho que las fuerzas armadas habían decidido “cogobernar con el glorioso Partido Colorado por sécula seculorum, le guste a quien le guste, moleste a quien moleste, y chille quien chille”. 

Esa amenaza de intromisión militar fue evitada y las elecciones se realizaron limpiamente, transparentemente, e irreprochablemente. Ganó el candidato oficialista Juan Carlos Wasmosy, uno que años después, ya expresidente, presentaría en Asunción uno de mis libros sobre la guerra de la triple alianza. 

Corridos por la mafia Pirota y un uruguayo llamado Carlos Amado después fueron designados por la OEA y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para estudiar el caótico y desorganizado parque automotor paraguayo. 

El sesenta por ciento del parque automotor era “mau”, como llaman los paraguayos a los vehículos ingresados ilegalmente desde países vecinos. Sin papel alguno, circulaban libremente. Pero pisaron callos de gente muy influyente que querían que las cosas siguieran como estaban. 

Fueron amenazados de muerte. “Si no queremos terminar flotando en el río Paraná tenemos que irnos en forma urgente de acá”, le dijo a su compañero, uruguayo. 

Y así lo hicieron, uno disparó para el Chaco y el otro para el Uruguay. Lo que hoy es el Registro Nacional del Automotor del Paraguay lo terminaron armando desde sus respectivas casas. 

Bajo el fuego de Sendero Luminoso Pero donde más cerca estuvo de la muerte fue en Perú. En ocasión de las elecciones generales realizadas allí en octubre de 1993, la OEA le había encargado “trazar el perfil y la actuación política institucional del presidente Fujimori, consecuente con su trayectoria y vigencia futura en los destinos del Perú”. 

Por razones de seguridad no andaba con la credencial de la OEA en los bolsillos. Su función también consistía en seguir al intrigante asesor presidencial Vladimiro Montesino, un monje negro de conducta muy similar a la que había tenido López Rega en Argentina. 

Perú, entonces, no era un buen lugar para ir a trabajar, menos aún para la OEA. Cualquiera podía ser muerto por la organización terrorista Sendero Luminoso o por el narcotráfico, que sometían a regiones enteras con dominio absoluto de personas, aldeas y zonas rurales. Una noche, Pirota y los demás veedores de la OEA estaban en el hotel “Las Américas” de Lima, fuertemente custodiados por fuerzas como el SWAT de Estados Unidos, cuando un coche bomba estalló a metros de distancia. 

“Senderos atacó el hotel donde se hospeda misión de la OEA”, expresó, en tapa, el diario “Correo”. No mucho después, Pirota y otros veedores se trasladaban en dos helicópteros “Antonov” rusos a una lejana localidad ubicada en plena selva peruana, limítrofe con Brasil. 

El primer helicóptero transportaba material electoral, y el segundo los llevaba a ellos y a un general de apellido Sobreville. El primero de los aparatos fue atacado por Sendero Luminoso con balas trazadoras que perforaron íntegramente el fuselaje, dejando la plataforma convertida en un verdadero colador. 

“De nuevo había estado entre la vida y la muerte, Dios me amparó para seguir en éste mundo”, recuerda José Hernando Pirota, quien éste jueves a las 20 relatará sus vivencias en la Feria Digital Internacional del Libro que se está desarrollando en Resistencia.-

FUENTE: Vidal Mario -Periodista & Escritor Chaqueño

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