Hace 138 años caía, fusilado, Vicente Ignacio Iturbe, figura preponderante de los episodios que tuvieron lugar en Asunción los días 14 y 15 de mayo de 1811.
Fue una de las tantas víctimas de ese tremendo déspota paraguayo que fue José Gaspar Rodríguez de Francia.
Mantuvo encerrado más de 15 años a Iturbe, hasta que lo fusiló el 27 de mayo de 1837.
En lugar de hablar de la víctima elijo hablar de su victimario, un dictador insensible por temperamento y misántropo por naturaleza. Implacable en sus odios, abrigaba hacia sus compatriotas el mismo desprecio que tenía para con los extranjeros.
¿Prócer de qué?
Es un misterio cómo es que habiendo sido Francia una alta autoridad del poder colonial en el Paraguay la historiografía de éste país lo siga considerando uno de los próceres de su independencia.
En el Museo-Casa de la Independencia que el turista puede visitar en Asunción hay una lista de diez próceres de la independencia, y su nombre está entre ellos. Incluso pusieron un retrato suyo donde fuera el comedor de la vieja casona.
Los guías explican a los visitantes que Francia y otros conspiradores se reunían secretamente allí.
Nada más alejado de la verdad histórica: los que en ese lugar se reunían secretamente lo hacían para conspirar contra él y contra el gobernador español Velazco.
Francia, quien ya ostentaba el puesto de síndico-procurador del Cabildo, el 4 de agosto de 1809 fue designado también diputado-representante del mismo ante la Junta Suprema Central.
Después la Corona lo nombró alcalde de primer voto, cargo que le permitía no solamente ser juez de primera instancia sino también presidente del Cabildo colonial.
En los oficios religiosos, así lo requería el protocolo por su alta investidura, se sentaba al lado del gobernador.
Era una de las dos máximas figuras del poder español en el Paraguay. ¿Cómo iba a andar por la casa de la familia Martínez Sáenz reuniéndose secretamente con los que conspiraban contra el gobierno del cual él una de las dos máximas figuras?.
Además, quienes propiciaron los episodios del 14 y 15 de mayo de 1811no tenían ningún interés independentista. Sus motivos no eran romper con España. Eran otros.
En el bando dado a conocer dos días después (17 de mayo) seguían reconociendo la autoridad del “desgraciado soberano” Fernando VII, a quien Napoleón tenía preso en París.
La verdad es que Francia no quería que el poder sea de España. Lo quería para él, y aprovechó los sucesos de mayo como punto de partida para lograrlo. Y lo logró al año siguiente.
En un país donde los hombres de saber eran muy raros, él se distinguía por su talento, por su ilustración jurídica y por su fe ciega en sí mismo.
Esas cualidades le permitieron ir maniobrando hasta llegar a lo que quería: el 6 de mayo de 1814 y por gran mayoría de votos, en un congreso fue elegido dictador del Paraguay.
Apenas se vio revestido del poder absoluto se instaló en la casa que había servido de residencia a los gobernantes españoles.
Entonces, sólo, sin consultar nunca a nadie y sin que se le conociese aunque sea un amigo, fundó un despotismo silencioso que con el tiempo iba a completar para el desgraciado Paraguay el embrutecimiento que se había practicado anteriormente con los guaraníes bajo el régimen de las misiones jesuíticas.
Tres años después (mayo de 1817) de nuevo los principales habitantes de los diferentes distritos del país se reunieron en congreso para elegir un nuevo dictador.
Francia, que ya daba y transmitía miedo, no tuvo problemas en que le renovaran sus poderes dictatoriales, ahora ya por el resto de su vida.
El aislamiento paraguayo
Y así estableció en el Paraguay en toda su desnudez el más sombrío despotismo.
No salía a la calle sino a caballo y seguido por sus soldados. Éstos hacían que volviese atrás toda persona que se acercara al lugar por donde él debía pasar. La gente huía cuando se aproximaba la escolta, se cerraban las puertas y las ventanas y el dictador atravesaba las calles de la ciudad convertidas en desierto.
Su gobierno requería para sostenerse del más completo aislamiento. La presencia de extranjeros que enseñasen a los paraguayos lo que pasaba en otros países era un peligro para ese régimen.
Rechazó toda relación diplomática con otras naciones, prohibió todo comercio con los de afuera y negó todo pasaporte a los extranjeros y paraguayos, sin distinción.
Justificaba su curioso despotismo en los desastres que causaban las guerras civiles en los países vecinos.
El Paraguay vivía embrutecido bajo la paz que imponen el terror y la ignorancia y sufría el peso de un despotismo aún más letal y funesto que las guerras civiles y la anarquía.
Éste fue, así era, el hombre que el 27 de mayo de 1837 mandó fusilar a Vicente Ignacio Iturbe.
Iturbe no fue su única víctima. Hubo muchos otros, entre ellos Pedro Juan Caballero, quien prefirió suicidarse antes que enfrentar al pelotón de fusilamiento.
Cuentan que Caballero escribió en la pared de su celda: “Sé que el suicidio va contra las leyes de Dios y de los hombres, pero la sed de sangre del Tirano de mi Patria no ha de aplacarse con la mía”.-
FUENTE: Por Vidal Mario* / *(Historiador)
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