SANITARIOS TARAGUI

jueves, 21 de noviembre de 2019

Columna de Vidal Mario: Pedro Maidana, el olvidado de Napalpí

Con los auspicios de la municipalidad de Juan José Castelli y de la filial local de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), el próximo viernes presentaré en dicha ciudad mi último libro, “Napalpí (Antes, durante y después)”. 

No me olvidaré, en ese acto, del gran olvidado de Napalpí, Pedro Maidana, cuyas orejas y testículos terminaron en un frasco, tras la masacre del 19 de julio de 1924. 

Sólo se sabe que era mocoví y que trabajando como hachero en Napalpí se puso al frente de las protestas indígenas, agobiados por injustas medidas como el de no poder salir del territorio chaqueño para ir afuera a buscar mejores salarios. 

Sólo se sabe de él que pagó cara su sublevación contra la autoridad del gobernador Fernando Centeno, que lo mataron, que innecesariamente mutilaron su cuerpo, y que la policía exhibió en un frasco partes de su cuerpo retaceado. Pese a su heroica tragedia es, reitero, el gran olvidado de Napalpí porque nadie lo recuerda. 

Ni siquiera alguna calle de Machagai o Quitilipi lleva su nombre. “Todos somos uno” Se sabe, igualmente, que sabía leer y escribir, y que procuró solucionar las cosas a través del diálogo. Buscó parlamentar, y ésta nota que mandó a Centeno comprueba su vocación dialoguista: “Che gobernador. Todos somos uno mismo. 

Usted, yo, los árboles que nos dan sombra, que nos dan frutos y maderas; los pájaros que nos cantan, las nubes del cielo, los vientos y los ríos que nos dan agua. Todos pertenecemos al mismo Quadta’a (Padre) y al mismo comienzo de las cosas. Queremos parlamentar, pero no traigan los winchester. Pedro Maidana, Persona Jefe”. 

El gobernador denominó al encuentro “Conferencia de Napalpí”. El mismo fracasó porque él tenía sus propios intereses: el suyo y el de algunos colonos blancos. 

En el ataque policial, Pedro Maidana fue una de las primeras víctimas de la balacera. Después cayeron sus hijos, que inicialmente habían logrado escapar y ganar los montes. 

Días después fueron sorprendidos por policías a la orden de un oficial de apellido Atis, o Atti. Cuando el piquete llegó a donde estaban, las dos mujeres que estaban con ellos (una de ellas la madre de los muchachos y esposa de Maidana) se ocultaron entre unas ramas de las inmediaciones y desde allí vieron lo que hicieron con ellos. 

Ella declaró que sus hijos puestos de rodillas imploraban a la policía que no los matasen pero que desoyendo sus súplicas estos no perdonaron. Fueron ultimados a balazos. “Sólo esqueletos” Como las denuncias de mutilaciones de cadáveres habían cobrado trascendencia nacional y era inminente la llegada de una comisión parlamentaria investigadora, en enero de 1925 un equipo encabezado por el médico Palamedi los desenterró. 

En junio de ese mismo año, el diario “Heraldo del Norte” comentó en estos términos dicha operación: “Con algunos vecinos como testigos desenterraron algunos cadáveres. La idea era que el diputado oficialista Saccone fuera después al Congreso a gritar que los indios no habían sido mutilados. Desenterrados los cuerpos, no se constató absolutamente nada porque para cuando se realizó esta simulación de autopsia, que era la segunda, ya habían pasado seis meses. 

El objeto de esta parodia de autopsia era establecer si las denuncias de mutilaciones eran ciertas. No se pudo establecer nada porque sólo había esqueletos. 

Que sólo había esqueletos es lo que el médico certificó, no que no hubo mutilados. Constatar mutilaciones ya no podía ser posible porque tratándose de cadáveres enterrados en terreno anegadizo y sin cajón la putrefacción había venido rápidamente, borrando toda huella delatora”. 

La denuncia de “El Territorio” Habían transcurrido ya trece años de todo esto cuando el 6 de enero de 1937 el diario El Territorio denunció que algunos perpetradores de la matanza caminaban tranquilamente por Resistencia: “Ocurrió hace no muchos años. 

Porque pedían a los que los explotaban mejor trato y más pan, se masacró a hombres, mujeres y niños. Policías cobardes portando armas largas, impune y criminalmente balearon las tolderías, despanzurraron a las madres embarazadas, y degollaron a los niños. 

Todavía se pasean por nuestra ciudad algunos de esos asesinos de indios hambrientos e indefensos”. Pero de Pedro Maidana nadie se acuerda. Sigue siendo el gran olvidado de esta triste historia. 

FUENTE: Vidal Mario* *(Autor de tres libros sobre la historia de Napalpí) 

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