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lunes, 4 de mayo de 2020

LA MATANZA DE CIVILES DE LA QUE NADIE HABLA

A medida que la Guerra de la Triple Alianza (que él provocó invadiendo primero al Brasil y luego a la Argentina) llegaba a su fin Francisco Solano López se volvía más loco.

Su desequilibrio e incontinencia barbárica tocó extremos de violencia difíciles de entender.

Tanto que en un mensaje del gobierno de Cirilo Rivarola (cuyo ministro de Guerra era nada menos que el general Bernardino Caballero) leído en el Congreso Nacional el 17 de agosto de 1871 lo calificaron de “Nerón americano”.

Rivarola y sus ministros afirmaron que “el Nerón americano le arrancó al Paraguay su existencia y su porvenir entero, sacrificando a pasiones brutales muchas víctimas ilustres”.

Un estremecedor ejemplo de las “pasiones brutales” de López fue la matanza de unos cincuenta hombres y mujeres que vivían en varias localidades ubicadas en el Departamento Concepción, región fronteriza con el Brasil.

Esa masacre ocurrió entre abril y mayo de 1869, meses antes de terminar la guerra.

El drama

El drama comenzó en marzo de 1869, cuando varios buques de guerra brasileños aparecieron frente a Itacurubí, a unos diez kilómetros al norte de Concepción.

El comandante interino del Departamento, teniente Zacarías Benítez, comunicó el hecho a López y llamó a reunión urgente de los vecinos más importantes.

Acudieron a su llamado el juez de Paz, Gómez de Pedrueza, el cura Policarpo Páez, así como sacerdotes y jueces de Paz de los pueblos vecinos.

Del encuentro participaron además hombres que por su discapacidad no habían ido a la guerra.

Allí, unánimemente se decidió evacuar la ciudad, trasladar tierra adentro a la población y distribuir por los suburbios de la localidad a las fuerzas de seguridad.

Enterado del bloqueo brasileño, López nombró nuevo jefe de la Comandancia al mencionado juez de Paz, Gómez de Pedrueza, quien dispuso instalar puestos de vigilancia en la costa y trasladar la guarnición a Yuti.

Los brasileños entregaron a Gómez de Pedrueza una intimación de rendición, mensaje que fue reenviado a López a través de un capitán de apellido Lara.

Por razones que nunca fueron aclaradas, a través de ese mismo mensajero López ordenó apresar a Gómez de Pedrueza, a su suegro José Irigoyen, al cura Policarpo Páez y a todos los participantes de la reunión arriba mencionada.

El juez Gómez de Pedrueza y su suegro fueron engrillados y conducidos al campamento de López. La noticia cubrió con un manto de miedo a Itacurubí y a las poblaciones vecinas. Varios soldados y funcionarios huyeron precipitadamente.

Huyeron, por ejemplo, el jefe político de Horqueta, Julián Ayala, el cura Cecilio Román, el sargento Adriano Cabañas y el vecino Manuel Villalba. Todos se entregaron a los brasileños.

López actúa rápido

Informado de esas deserciones, López actuó rápido y puso su mira hacia determinadas familias.

López acusaba a dichas familias de ser cómplices de Benigno López, su hermano, a quien ya había fusilado.

Ordenó al padre Fidel Maíz, capellán mayor del ejército y fiscal de uno de los tristemente célebres “tribunales de sangre”, enviar a Concepción a los sacerdotes Francisco Regis Borda, Manuel Velázquez y Juan Isidro Insaurralde.

Una de las tareas de estos curas era definitivamente repugnante: usaban los confesionarios pasa sacar información sobre los bienes de las familias caídas en desgracia.

Seguidamente vino una orden terrible que debía ser ejecutada por el comandante de Concepción, capitán José Pérez: los acusados de estar involucrado en la llamada “Conspiración de San Fernando” debían ser eliminados.

Esos supuestos conspiradores eran sometidos a torturas como el cepo uruguayana, o azotados hasta la muerte, o privados de alimento hasta morir de hambre.

Pero en los partes aparecían como fallecidas de muerte natural.

Comienza la matanza

Después fue el turno de las familias del lugar que habían sido acusadas de traidoras.

Para esto se organizó un pelotón de la muerte que estaba a cargo de un sargento de apellido Mayor, conocido como “Toro Pichaí”. Éste tenía bajo sus órdenes a cinco soldados y al propio jefe político de Horqueta, Ventura Limeño.

Las primeras muertes sucedieron en Tacuatí. Ocho mujeres de las familias García, Ruda y Villa fueron ultimadas a lanzazos y sus viviendas saqueadas. Así lo relató el comandante político de Horqueta, Ventura Limeño.

En ese mismo pueblo apresaron a Felicia Irigoyen, esposa del juez Gómez de Pedrueza, y a Carmen Agüero, ésta última madre de tres de los hijos de Benigno López, hermano del Mariscal.

Todas fueron lanceadas. La única sobreviviente fue una de las hijas de Carmen. Sus casas también fueron saqueadas.

Para congraciarse con los ejecutores, vecinos de Tres Horquetas organizaron una fiesta.

No les sirvió de nada porque al día siguiente tras despojarlas de sus joyas, dinero y ropa otras veintitrés mujeres fueron muertas a lanzazos y enterradas en una fosa común.

Un día después siete hombres de Concepción fueron asesinados de la misma forma: a lanzazos.

La matanza prosiguió en Laguna, donde lancearon a Ramona Rodríguez de Villa y tres hijas. Aquí también mataron a mujeres de otras familias, entre ellas la de Recalde.

Alrededor de veinte soldados y oficiales de una guarnición que habían huido de la ciudad fueron recapturados en una localidad vecina. Todos fueron lanceados.

Horas más tarde les llegó el turno de morir a doce soldados más de esa misma guarnición.

El pelotón de ejecutores regresó después a Horqueta, donde se dedicó a lancear a otras nueve mujeres, algunas de ellas de las familias Córdoba y Echagüe.

En la localidad de Tupí Pytá, donde muchas familias habían ido a buscar refugio, todas las ejecuciones estuvieron a cargo del comandante Juan Galeano.

Entre los que aquí fueron lanceados estaban las cuatro hijas de un hacendado brasileño llamado Manuel Teixeira, quien llevaba muchos años viviendo en Concepción.

En éste lugar también fueron muertas, siempre a filo de lanza, Rosa Fernández y otras mujeres, algunas ya de edad, de las familias García, Rudas y Lamas.

En resumen, se estima que la cantidad de asesinados fueron unas cincuenta personas pertenecientes a dieciocho caracterizadas familias de las citadas localidades. Las familias Gómez de Pedrueza, Rudaz y Teixeira quedaron extinguidas.

De villano a héroe

A su vez, López fue muerto el 1° de marzo de 1870 a orillas del río Aquidabán por una patrulla brasileña.

En los siguientes 66 años ningún gobierno paraguayo, fuese liberal, colorado o militar, quería saber nada de él.

Pero todo cambió con el golpe de estado que el 17 de febrero de 1936 depuso al presidente Eusebio Ayala.

El nuevo presidente de facto, coronel Rafael Franco, un confeso admirador de Hitler, el 1° de marzo de 1936 lanzó un mensaje dirigido al pueblo paraguayo.

En ese mensaje anunció que declaraba Héroe Nacional del Paraguay a Francisco Solano López.

Nos encontramos entonces con la novedad de que López es héroe nacional de los paraguayos sólo porque así lo decretó, autoritariamente y sin consultar con nadie, un militar que al mismo tiempo echó del país a quien debería ser considerado el verdadero héroe máximo del Paraguay: general José Félix Estigarribia.-

FUENTE: Guerra de la Triple Alianza  - Por Vidal Mario*

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