Denuncian que el sector está "liberado". Hurtos, robos violentos y vandalismo ocurren todos los días.
Están hartos y temes que se produzca un hecho de sangre.
Están hartos y temes que se produzca un hecho de sangre.
La situación es así. NORTE se acercó para conocer el caso de un local de ropa deportiva ubicado por Lisandro de la Torre, a pocos metros de la avenida 9 de Julio, que había sido desvalijado.
En un rato el sitio se llenó. Eran casi una veintena de comerciantes de la manzana, de todos los rubros, con un planteo común: Hartazgo ante la inseguridad reinante en la zona. Hartazgo, preocupación y miedo, mucho miedo.
Todos tienen experiencias para contar, todos tienen una o dos copias de denuncias que realizaron en la Comisaría Primera, que está a solo un par de cuadras, piden que alguien se haga cargo de lo que ocurre.
Y la verdad es que el tema va más allá de los comerciantes.
Los vecinos y los transeúntes están igual de expuestos, y por eso también varios han firmado notas que presentaron a las autoridades. Pero las respuestas no llegan.
A pocas cuadras de la Comisaría
Para ubicarnos en el plano de la ciudad, la zona “caliente” son las dos manzanas comprendidas por avenida 9 de Julio y Juan B. Justo paralelas, cortadas por calles Los Hacheros, Lisandro de la Torre y Julio Acosta.
Pero seguro se extiende más allá si uno busca testimonios. En pocas cuadras se encuentran un colegio profesional, un supermercado, decenas de comercios de todo tipo, el principal hospital de la provincia y hasta la comisaría jurisdiccional.
El diálogo con los damnificados se convirtió en una suerte de catarsis. Todos querían contar qué les ocurrió, así que en una ronda improvisada, cada uno fue tomando la palabra y aportaba lo suyo.
Anita, contó que en el último robo que sufrió, el 31 de diciembre a la madrugada, la desvalijaron por completo.
“Esto necesitó de gente que estudió el movimiento, sabía como es el local, sabían qué llevarse. Se tomaron un tiempo, rompieron tres candados y reventaron las rejas.
La Comisaría Primera está a un par de cuadras y nada, no había policías, no había prevención, nada”, contó indignada.
“Uno puede reforzar cada vez más la seguridad... pero para qué si no hay prevención en la calle.
Les tomará un tiempo más pero volverán a entrar, y yo ya no quiero que entren, ya no quiero que me roben o que me vuelvan a romper los vidrios”, exclamó recordando que más allá de este último robo ya tuvo varios episodios, de diversa magnitud, en los años que lleva alquilando.
El perjuicio, además del malestar, fue tal que recién esta semana Anita volvió a abrir su comercio, intentando recuperar al menos algo de todo lo perdido.
Sin embargo en esas semanas no estuvo de brazos caídos: Realizó la denuncia correspondiente y además se puso al frente del reclamo por mayor seguridad en la zona, presentando una nota al comisario Roberto Gamboa, titular de la Comisaría Primera, en la cual junto al resto del grupo plantea la situación y reclama que se tomen medidas urgentes.
“La comisaría está a pocas cuadras, pero cuando se los llama tardan media hora o cuarenta minutos o hasta una hora en venir ¿De qué sirve?”, se preguntan.
En dicha nota, estas personas le piden al comisario que disponga de policías caminantes para la zona y de móviles que patrullen cada 20 minutos, especialmente durante la noche.
Pueden parecer exigencias pretenciosas, pero al escucharlos se toma real magnitud del problema.
Los "trapitos", dueños del barrio
No es la primera vez, y seguramente no será la última, que surjan quejas por el accionar de los denominados “trapitos”. Para los comerciantes y vecinos de esta zona, estos no son simples cuida coches y se parecen más a una pandilla delincuencial que los amenaza, intimida, insulta y, sobre todo, “vigila”.
“Están siempre. Parados, sentados, recostados al lado de nuestras puertas. Siempre nos están mirando, estudian todos nuestros movimientos, saben nuestros horarios y están pendientes de todos nuestros movimientos”, señaló el grupo de comerciantes a NORTE.
Ellos calculan que son alrededor de una veintena los trapitos que operan en estas cuadras, algunos de los cuales “son realmente pesados”.
“Un día a mi quiosco entró una mujer trapito que recorre la zona, creo que es una chica paciente de Salud Mental del Perrando que constantemente sale, y es muy violenta.
En esa oportunidad la empujó a mi clienta para sacarle la billetera y salió corriendo, todo adentro de mi local” señaló Roxana, que tiene un maxiquiosco.
Agregó que tanto esa mujer como el resto de los “cuidacoches” están a la expectativa, observan todo lo que ocurre dentro y fuera de los locales, y no tienen problema en arrebatar un teléfono, una cartera o un celular de adentro del comercio.
“Nuestros clientes tienen miedo de venir, eso nos lo han dicho varias veces”, se lamentó. Otra maniobra clásica que ellos observan con frecuencia es la “amenaza”.
“Sean conductores que dejaron el auto o gente que entra a comprar a un local, ellos interceptan a estas personas y las amenazan para que les den dinero, y si no le dan o le dan algo que consideran poco, los insultan y les gritan”, relataron.
Hace pocos días, por ejemplo, una cliente fue abordada por un trapito cuando salió de un local de ropa. El joven le exigía dinero y ella le dijo que no tenía, que solo tenía su tarjeta. “Como el chico se puso violento, ella entró al supermercado donde justo había un policía haciendo compras.
Ella le pidió que la acompañe hasta el auto de tanto miedo que le causó el muchacho”, contó uno de los vecinos.
Los hechos se reiteran a toda hora, pero entre la tarde-noche es el peor momento. “Muchas de estas personas empiezan a tomar temprano, a eso de las nueve ya se los ve sentados tomando alcohol. Para la tarde están muy borrachos y drogados”, señalaron.
“Los trapitos están siempre vigilándonos. A mi me desvalijaron el local cuenta Anita- y no creo que hayan sido ellos porque sin dudas tuvo que ser gente con cierto nivel de logística y un vehículo, pero sí estoy segura que sí saben nuestros horarios, nuestros movimientos, lo que tenemos y cómo lo tenemos dentro de nuestros locales, es porque estos trapitos son los que los informan”.
“Nos pasamos las 24 horas siendo observados. Para salir y cerrar el negocio tenemos primero que mirar para todos lados, fijarnos si hay algún vecino que también esté mirando como para sentirnos más seguros, ir al auto rápido, tirar la cartera adentro, después volver rápido a cerrar los candados.
Es todo un operativo para algo que debería ser completamente normal”, comentó Anita marcando la injusticia que esto supone. “Todo esto se lo dije al comisario Gamboa personalmente.
Fui con esta nota que firmamos todos y se la entregué, además hablé con él y sé que varios también lo hicieron.
Me dijo que iba a poner más presencia policial pero te aseguro que desde que volví a abrir el local después del robo no vi ningún policía”, cuestionó.
Drogas a la vista de todos
A los robos hay que sumar otros problemas como los aprietes en la calle, las amenazas que reciben los propios comerciantes, los hechos vandálicos y peleas que terminan con daños en vidrieras y hasta el riesgo para los niños y adolescentes que asisten al colegio María Auxiliadora, ubicado en la esquina de Lisandro de la Torre y Juan B. Justo.
El cóctel se completa con el problema de las drogas. “Acá transan y consumen, todo a plena luz del día, todo a la vista de todos” dijo Javier, que tiene una óptica.
“Hay mucha comercialización de estupefacientes y nadie hace nada. Ocurre a la vista de todos, los vemos y hasta los escuchamos cuando pasan conversando entre ellos diciendo ‘compré tantos gramos’.
Este es un problema grave y si se quiere solucionar la justicia y la policía tienen que cortar ese circuito”, remarcó.
Los comerciantes sienten que los trapitos “invadieron la zona” y no tienen intenciones de irse porque “están muy cómodos”.
“Acá hay muchos autos para ‘cuidar’, hay muchos transeúntes para pedir plata, hay muchos locales para amenazar y robar y el supermercado constantemente les da sobras de alimentos y les deja usar los baños.
Están instaladísimos, es muy difícil que se vayan”, señalaron.
Inacción policial y judicial
Según indicó el grupo, a pesar de las constantes denuncias y llamados a la Comisaría Primera, lo que hace la policía es “poco y nada”.
“Cuando se los llama tardan cuarenta minutos o más en llegar. Cuando vienen a veces se llevan a los que denunciamos, pero al otro día están de nuevo exactamente en el mismo lugar y más enojados.
Cuando les reiteramos que por hagan algo, nos terminan diciendo que no pueden hacer mucho porque después la justicia los libera”, manifestaron.
Actuar antes que haya un muerto
“Necesitamos que esto se sepa, por eso acudimos a NORTE. Necesitamos que se conozca lo que está pasando porque así no se puede vivir ni trabajar, es una injusticia para todos nosotros, los comerciantes y los vecinos”, coincidieron.
Ante los últimos hechos ocurridos, el grupo presentó la mencionada nota el 6 de enero al comisario Gamboa de la Primera, sin tener mayor respuesta por ahora (ya pasaron 20 días). Ahora hacen pública la situación y llevarán el escrito a las autoridades que correspondan.
“Iremos ante el jefe de la Policía del Chaco y ante el Ministerio de Seguridad, queremos llegar a todos los que tengan que ver con la seguridad. No puede ser que tengamos que vivir aterrados” manifestaron.
Y concluyó Anita con un temor con el que coincidieron todos los demás: “Si esto sigue así, un día va a terminar alguien muerto, porque estas personas no tienen límites, están drogados, están borrachos y dados vuelta en la calle con cuchillos y chuzas, y nadie hace nada”.
El planteo queda hecho. Ellos esperan que alguna autoridad tome el asunto con la premura y seriedad que requiere.-
FUENTE: www.diarionorte.com
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