SANITARIOS TARAGUI

domingo, 26 de enero de 2020

Comerciantes de la zona del Perrando librados a la buena de Dios

Denuncian que el sector está "liberado". Hurtos, robos violentos y vandalismo ocurren todos los días.

Están hartos y temes que se produzca un hecho de sangre.

La situación es así. NORTE se acercó para conocer el caso de un local de ropa deportiva ubi­cado por Lisandro de la Torre, a pocos metros de la avenida 9 de Julio, que había sido des­valijado. 

En un rato el sitio se llenó. Eran casi una veintena de comerciantes de la manza­na, de todos los rubros, con un planteo común: Hartazgo ante la inseguridad reinante en la zona. Hartazgo, preocupación y miedo, mucho miedo.

Todos tienen experiencias para contar, todos tienen una o dos copias de denuncias que realizaron en la Comisaría Pri­mera, que está a solo un par de cuadras, piden que alguien se haga cargo de lo que ocurre.

Y la verdad es que el tema va más allá de los comerciantes. 

Los vecinos y los transeúntes están igual de expuestos, y por eso también varios han firma­do notas que presentaron a las autoridades. Pero las respues­tas no llegan.


A pocas cuadras de la Comisaría


Para ubicarnos en el plano de la ciudad, la zona “caliente” son las dos manzanas com­prendidas por avenida 9 de Julio y Juan B. Justo paralelas, cortadas por calles Los Ha­cheros, Lisandro de la Torre y Julio Acosta. 

Pero seguro se extiende más allá si uno busca testimonios. En pocas cuadras se encuentran un colegio profesional, un supermercado, decenas de comercios de todo tipo, el principal hospital de la provincia y hasta la comisaría jurisdiccional.

El diálogo con los damnifica­dos se convirtió en una suerte de catarsis. Todos querían con­tar qué les ocurrió, así que en una ronda improvisada, cada uno fue tomando la palabra y aportaba lo suyo.

Anita, contó que en el últi­mo robo que sufrió, el 31 de diciembre a la madrugada, la desvalijaron por completo. 

“Esto necesitó de gente que estudió el movimiento, sabía como es el local, sabían qué llevarse. Se tomaron un tiem­po, rompieron tres candados y reventaron las rejas. 

La Co­misaría Primera está a un par de cuadras y nada, no había policías, no había prevención, nada”, contó indignada. 

“Uno puede reforzar cada vez más la seguridad... pero para qué si no hay prevención en la ca­lle. 

Les tomará un tiempo más pero volverán a entrar, y yo ya no quiero que entren, ya no quiero que me roben o que me vuelvan a romper los vidrios”, exclamó recordando que más allá de este último robo ya tuvo varios episodios, de diversa magnitud, en los años que lle­va alquilando.

El perjuicio, además del ma­lestar, fue tal que recién esta semana Anita volvió a abrir su comercio, intentando recu­perar al menos algo de todo lo perdido. 

Sin embargo en esas semanas no estuvo de brazos caídos: Realizó la denuncia correspondiente y además se puso al frente del reclamo por mayor seguridad en la zona, presentando una nota al comi­sario Roberto Gamboa, titular de la Comisaría Primera, en la cual junto al resto del grupo plantea la situación y reclama que se tomen medidas urgen­tes. 

“La comisaría está a pocas cuadras, pero cuando se los llama tardan media hora o cuarenta minutos o hasta una hora en venir ¿De qué sirve?”, se preguntan.

En dicha nota, estas personas le piden al comisario que dis­ponga de policías caminantes para la zona y de móviles que patrullen cada 20 minutos, es­pecialmente durante la noche. 

Pueden parecer exigencias pretenciosas, pero al escuchar­los se toma real magnitud del problema.
Los "trapitos", dueños del barrio

No es la primera vez, y segu­ramente no será la última, que surjan quejas por el accionar de los denominados “trapi­tos”. Para los comerciantes y vecinos de esta zona, estos no son simples cuida coches y se parecen más a una pandilla de­lincuencial que los amenaza, intimida, insulta y, sobre todo, “vigila”.

“Están siempre. Parados, sentados, recostados al lado de nuestras puertas. Siempre nos están mirando, estudian todos nuestros movimientos, saben nuestros horarios y están pen­dientes de todos nuestros mo­vimientos”, señaló el grupo de comerciantes a NORTE.

Ellos calculan que son al­rededor de una veintena los trapitos que operan en estas cuadras, algunos de los cuales “son realmente pesados”.

“Un día a mi quiosco entró una mujer trapito que recorre la zona, creo que es una chica paciente de Salud Mental del Perrando que constantemente sale, y es muy violenta. 

En esa oportunidad la empujó a mi clienta para sacarle la billetera y salió corriendo, todo adentro de mi local” señaló Roxa­na, que tiene un maxiquiosco. 

Agregó que tanto esa mujer como el resto de los “cuidaco­ches” están a la expectativa, observan todo lo que ocurre dentro y fuera de los locales, y no tienen problema en arre­batar un teléfono, una cartera o un celular de adentro del comercio. 

“Nuestros clientes tienen miedo de venir, eso nos lo han dicho varias veces”, se lamentó. Otra maniobra clási­ca que ellos observan con fre­cuencia es la “amenaza”.

“Sean conductores que de­jaron el auto o gente que entra a comprar a un local, ellos in­terceptan a estas personas y las amenazan para que les den dinero, y si no le dan o le dan algo que consideran poco, los insultan y les gritan”, relataron. 

Hace pocos días, por ejemplo, una cliente fue abordada por un trapito cuando salió de un local de ropa. El joven le exi­gía dinero y ella le dijo que no tenía, que solo tenía su tarjeta. “Como el chico se puso violen­to, ella entró al supermercado donde justo había un policía haciendo compras. 

Ella le pidió que la acompañe hasta el auto de tanto miedo que le causó el muchacho”, contó uno de los vecinos. 

Los hechos se reiteran a toda hora, pero entre la tarde-noche es el peor momento. “Muchas de estas personas empiezan a tomar temprano, a eso de las nueve ya se los ve sentados tomando alcohol. Para la tarde están muy borra­chos y drogados”, señalaron.

“Los trapitos están siempre vigilándonos. A mi me desva­lijaron el local cuenta Anita- y no creo que hayan sido ellos porque sin dudas tuvo que ser gente con cierto nivel de logís­tica y un vehículo, pero sí estoy segura que sí saben nuestros horarios, nuestros movimien­tos, lo que tenemos y cómo lo tenemos dentro de nuestros locales, es porque estos trapitos son los que los informan”.

“Nos pasamos las 24 horas siendo observados. Para salir y cerrar el negocio tenemos primero que mirar para todos lados, fijarnos si hay algún ve­cino que también esté mirando como para sentirnos más se­guros, ir al auto rápido, tirar la cartera adentro, después volver rápido a cerrar los candados. 

Es todo un operativo para algo que debería ser completamen­te normal”, comentó Anita marcando la injusticia que esto supone. “Todo esto se lo dije al comisario Gamboa perso­nalmente. 

Fui con esta nota que firmamos todos y se la entregué, además hablé con él y sé que varios también lo hicieron. 

Me dijo que iba a poner más presen­cia policial pero te aseguro que desde que volví a abrir el local después del robo no vi ningún policía”, cuestionó.

Drogas a la vista de todos

A los robos hay que sumar otros problemas como los aprietes en la calle, las ame­nazas que reciben los propios comerciantes, los hechos van­dálicos y peleas que terminan con daños en vidrieras y hasta el riesgo para los niños y ado­lescentes que asisten al colegio María Auxiliadora, ubicado en la esquina de Lisandro de la To­rre y Juan B. Justo.

El cóctel se completa con el problema de las drogas. “Acá transan y consumen, todo a plena luz del día, todo a la vista de todos” dijo Javier, que tiene una óptica.

“Hay mucha comercialización de estupe­facientes y nadie hace nada. Ocurre a la vista de todos, los vemos y hasta los escuchamos cuando pasan conversando entre ellos diciendo ‘compré tantos gramos’. 

Este es un pro­blema grave y si se quiere so­lucionar la justicia y la policía tienen que cortar ese circuito”, remarcó. 

Los comerciantes sienten que los trapitos “inva­dieron la zona” y no tienen intenciones de irse porque “es­tán muy cómodos”. 

“Acá hay muchos autos para ‘cuidar’, hay muchos transeúntes para pedir plata, hay muchos loca­les para amenazar y robar y el supermercado constantemen­te les da sobras de alimentos y les deja usar los baños. 

Están instaladísimos, es muy difícil que se vayan”, señalaron. 

Inacción policial y judicial

Según indicó el grupo, a pe­sar de las constantes denun­cias y llamados a la Comisaría Primera, lo que hace la policía es “poco y nada”.

“Cuando se los llama tardan cuarenta minutos o más en lle­gar. Cuando vienen a veces se llevan a los que denunciamos, pero al otro día están de nuevo exactamente en el mismo lugar y más enojados. 

Cuando les reiteramos que por hagan algo, nos terminan diciendo que no pueden hacer mucho porque después la justicia los libera”, manifestaron.

Actuar antes que haya un muerto

“Necesitamos que esto se sepa, por eso acudimos a NOR­TE. Necesitamos que se conoz­ca lo que está pasando porque así no se puede vivir ni trabajar, es una injusticia para todos no­sotros, los comerciantes y los vecinos”, coincidieron. 

Ante los últimos hechos ocurridos, el grupo presentó la mencio­nada nota el 6 de enero al co­misario Gamboa de la Primera, sin tener mayor respuesta por ahora (ya pasaron 20 días). Ahora hacen pública la situa­ción y llevarán el escrito a las autoridades que correspondan. 

“Iremos ante el jefe de la Policía del Chaco y ante el Ministerio de Seguridad, queremos llegar a todos los que tengan que ver con la seguridad. No puede ser que tengamos que vivir aterra­dos” manifestaron.

Y concluyó Anita con un temor con el que coincidie­ron todos los demás: “Si esto sigue así, un día va a terminar alguien muerto, porque estas personas no tienen límites, están drogados, están borra­chos y dados vuelta en la calle con cuchillos y chuzas, y nadie hace nada”.

El planteo queda hecho. Ellos esperan que alguna autoridad tome el asunto con la premura y seriedad que requiere.-

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